Tu casting

Realmente me encontraba perdido y viviendo en dos realidades distintas, en una era un poderoso empresario y en otra era un tio que robaba a los ricos para darcelo a los pobres, quien se podia creer semejante cuento, pero al tocar por primera vez las calles de storybrooke, todas mis dudas y lo que creia conocer se fue a la mierda, ahora con mi mente despejada podia decir, que no todas las historias eran cuentos de hadas, al contrario, todo lo que aparecian en cuentos era muy real, tan real como la historia que habia vivido durante esos años, trate de salir de la ciudad al pensar que era mas que un sueño, pero en aquel momento, mis dudas fueron aclaradas por regina, la reina malvada, quien habia creado todo este lugar para su disfrute personal, pero habia algo en ella, en su mirada en su forma de actuar, que me atraia, me era incapaz de salir de aquel sentimiento, habia algo muy fuerte, quizas lo mismo que me habia traido a esta ciudad, aunque siendo honesto, lo que me atrajo, fue la aventura, pero aun cuando sentia algo fuerte por aquella mujer, habia algo que me decia que me apartara, que corriera lo mas lejos y no me acercara, pero ya sabes lo que dicen de las tonterias de los hombres, no todo el tiempo un hombre seguia las indicaciones que su cabeza le decia y mas bien seguian su corazon.

Me desperté sobre saltada de una pesadilla, la peor de todas desde que estaba en el pueblo con memoria. Nada me había salido como yo esperaba o soñaba que pasara. A decir verdad el pueblo entero estaba en contra mía, aun que otros tantos como mi hijo Henry estaba deseando que cambiara. Pero no era fácil, tampoco sabía si quería cambiar. Visitaba Archie dos veces por semana, tratando de calmar mi ira. Pero no sabía si era suficiente , nada de lo que hacía lo era. Solo podía estar aturdida, y sin salir de casa por miedo a ser apadreada. Me levanté sudando tras una pesadilla, en la que me querían lapidar en medio de la plaza, pero por  suerte no era real. Después, fuí a la habítación de Henry, no estaba, se había ido con los Charming a dormir... hasta que no cambiara no iba a estar conmigo, y ahora mismo era lo que más deseaba. Lo emocional era demasíado fuerte, la ausencia del amor en mi vida, el arrebato de un amor y una maldición; que por defecto se me había ido de las manos. Aquella mañana vi como algunos turistas nuevos  habían entrado al pueblo con una parsimonia increíble. Todo se me había escapado de las manos, y la magia era demasiado débil, una de las cosas que me ponía hacer sola en casa era simplemente encender una vela, cosa que estaba intentando hacer desde hace días con mi telequinesis. Pero las cosas no funcionaban como yo pensaba, la magia era muy débil aun, y yo estaba empezando a intentar manejarla ahora que el rechizo se había roto.

Emma no era una loca, ni tampoco su hijo había descubierto algo maravilloso; La verdad tan descabellada. No se podía imaginar ni que su madre tuviera la misma edad que ella, como tampoco comprendía del todo el abandono y la vida que había llevado durante toda su infancia. No podía recuperar el tiempo perdido, no sabía realmente como reaccionar ante la visión y el saber que era hija de Blancanieves. Aquello era demasiada información para ella, pero debía asimilarlo, poco a poco. No solo eso si no afrontar la mentira de  que el padre de Henry estaba muerto, aun que para ella es como si lo estuviera después de la faena que le había hecho. La había dejado sola, y la había dejado con todo el marrón de el robo de los relojes. Una mala vida, también y el recuerdo de dar a luz a Henry en un lugar tan horrible, para luego no poder cuidar de el como se merecía. Pero Emma no le iba a dar una buena vida, y después de todo había desucbierto que con Regina no estaba del todo bien.  Se despertó en casa de sus padres, fue a tomar un café observándolos con extrañeza, aun lo veía raro más que nada dado que le había confesado  cosas a su propia madre y al contrario un tanto escabrosas.

_ Eh... Ma... Margar Blanca_ ya no sabía ni como llamarla _ ¿Dónde está el azucar?_ observó su taza de chocolate, aun que ya llevaba dulce y canela ella siempre se ponía más de ello. Aceptó el azucarero y se sentó en un taburete mirando a su madre a los ojos. No estaba demasiado mal la situación, pero desde luego tenía que adaptarse a esta nueva familia suya.

No sabía ni la razón por la cual la llamaban Bella. Solo sabía que estaba cansada de que la llamarán así. Ella era Lacey, una chica muy vivaz que adoraba el riesgo el peligro, y adoraba a los hombres rudos que se peleaban por ella. Masca chicle y le encanta fumar así como una buena cerveza. Nada de leer, es una chica activa fiestera, nada de lo que dicen de ella es real. ¿Qué ha estado en un loquero? Para nada, Lacey no tiene recuerdo de eso, es lo que pasa cuando se cruza la línea, que se pierde todo no solo la memoria. La rubia ahora teñida jugaba al billar en el Rabith Hole notando las miradas en su culo, algo que por cierto no le molestaba, ella seguía a su rollo, jugando y divirtiéndose. Es a lo que había venido realmente. jugar y beber. Quien parecía preocupado por ella era Rumpletilskin, ese hombre siempre estaba detrás de ella vigilando que estuviera bien. Lacey no sabía las razones pero le gustaba cuando se enfuercía. Le vio atacar a un hombre que se supone que era su padre, cosa que ni recordaba ni sabía y le parecía una locura pues ella en realidad no tenía padres. Su falsa memoria era simplemente le dibijaba retazos falsos. Siguió jugando al billar con la mirada centrada en las bolas cuando el, aquél hechicero que decía ser muy bueno se acercó para hacer que se fuera del lugar. Le daba demasiada importancia, al menos eso parecía a todo, la muchacha no comprendía ese tesón por el dueño de la ciudad en llamarla Bella y en decirle que esa nueva Lacey no existía, y que estaba presa de no tener memoria, y tenía una nueva identidad.

- Si no vas a jugar largate- dijo con una sonrisa ladina y un culetazo a Rumple riendo. Resignado un poco el también se retiró y ella siguió jugando y bebiendo cerveza como otras tantas veces.